Y ya no queda mucho en el fantasma del silencio, solo un viejo amor olvidado tiñendo de ausencia mi cuerpo. La penumbra acuosa en el cadáver de la noche, arrastra un modo incierto de soñar con poder tocarte. Y me permite por artificio darme un instante del paraíso. Entonces ya no estoy sola, ni duele tanto el vacío. Se forman arrugas sobre mis manos, la sal del tiempo me tiñe de miedo y un dejo inquieto y resignado aviva el rencor de culpar lo incierto. Entonces ya no hay nada sólo un inerte abismo, unas letras olvidadas y las huellas de mis lágrimas eternizando mi piel de frío.
Intento enfocar, podría reconocer con los ojos cerrados tu perfil en un eco borroso y repetitivo que me cautiva y me duele. Grito, pero mi voz se pierde. Te busco, pero lo lejano se torna urgente. Presa del viento, mi cuerpo se sacude y es arrojado al piso violentamente; tiemblo intensamente cada espasmo de saberte tan cerca sin poder tocarte, rezando una plegaria de dulce muerte. Saco mi mejor máscara en este carnaval de alucinaciones, me disfrazo de mi misma y actuó con serenidad lo anormal de respirar y al mismo tiempo estar inerte. La música llega a mi alma como un explosión de sensaciones, me sumerge, me ahoga, me sostiene en una intensidad tan posible que se torna insoportable. Al final ya no tengo fuerzas ni siquiera la torpeza de no poder disimular la incipiente y fría tristeza de no poder encontrarte. Nunca habrá nada que yo diga que llegue siquiera a acercarse a la agonía de la pena, a esta suicida manera de quererte. Ni la desidia del desencuentro en un mismo espacio, doliente respiro del destino sucedáneo de un amor cansado y latente.
El dolor es la puerta, la misma que crucé para encontrarte cada día, cada minuto de mi vida. Eras el espejo que respondía sin preguntas la angustia de la calma sin lógica, la rutina de la palabra más esperada el amor sin ojos que me miraba. Me quemé en tu fuego, me volví cenizas dispersas en el viento, más siempre supe volver a ese pequeño lugar donde cabíamos, secreto de dos que juraron un día en vano. Ahora la ausencia aulla, aunque no haya pasado más que unos días. El sólo recuerdo, el duelo, el amor, la pena, todo el hueco donde enterrar la reciente melancolía. Seguir, es fácil decirlo. Moriría si supiera que mañana al regresar podríamos ejecutar toda la piel y todo el anhelo de esta indeleble utopía. Moriría sólo sabiendo que al retornar siempre seriamos nosotros dos los que no tendrían un final.
Trato de no pensarte recordar me deja sin aire, me sentencia a una muerte oscura al frío de la lápida mas olvidada, a ese lugar que nadie nunca visita a la flor marchita de los besos que murieron en el momento exacto de tu partida. Me jor asi, desterrame sin lástima alguna dame sólo una mirada y desaparece para siempre, que yo viviré aferrada en mi pena y enterraré donde no se oye siquiera el respiro, de todas las hermosas palabras que guardé en nuestra memoria, en él abismo de haberte amado como nadie más podria.
Tengo ganas de la carne, la luna y el bajage, que te trajo como un fantasma errante, a posarse sobre mi cuerpo en un sueño como un certero capricho de la noche.