y sin embargo corrimos descalzos,
yo juré que podía mojar la punta
de mis dedos en el mar y regresar,
vos te reíste con la luna dando
de pleno en tu cara, desconfíando.
Después nos besamos
y tu boca sabia a lima y a sal.
Te dije nunca más, ya es tiempo de parar.
Me dijiste algo que no entendí, pero era triste.
Desperté,
mis pies fríos acusaban la ausencia,
tu cuerpo aun flotaba ausente
y en mi almohada quedaba sal de lágrimas.
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