domingo, 18 de noviembre de 2012

Me citaste.
Llegué impuntual para que puntualmente terminara todo, porque odio las situaciones melosas,esas que se enchastran en las palabras y hacen que termines hablando exactamente de lo mismo de diferentes maneras por horas.
Pero tampoco tolero tu sinceridad, tu asfixiante manera de mirarme el escote, tu caballerosidad que me corre la silla y que pide con voz suave el mejor vino de la casa.
En fin, decía que me citaste.
Y no había que ser un genio para saber porqué, ni para qué, ni donde íbamos a terminar la noche, ni como serían tus movimientos expertos de la copa de vino mientras el mozo te mira y espera que apruebes la cosecha.
Lo peor de todo es que sé que no tendré muchas armas para negarme después de semejante despliegue.Ni siquiera mi descortesía de bostezar sin decoro, mientras me contás del regreso del viaje de tus padres a Europa, el cambio del dólar y del frío que hace en la calle. Nada te intimida.
Lo que vas a decir ya lo sé, y sé también que en ese pedido voy a morirme un poco más, como cada noche del viernes en el restaurante donde se come la mejor pasta, mientras tu madre cuenta lo feliz de aquella noche donde tu padre le propuso casamiento.Como cada vez que me retoco el maquillaje en el toilette intentando disfrazar los otoños que se amarillentan en mis ojos y que nadie nunca se atreve ver.
Sé que el vestido me ceñirá cada vez más y que apenas digas lo que sé que vas a decir seguramente alguien escondido se acercará con un champagne y todos en el restaurante nos mirarán y festejarán cortésmente con miradas atentas la ceremonia de ver que te pones de pie frente a mi y después te arrodillás.
Entonces casi sin poder escapar diré "Si", me emocionaré y lloraré de verdad, y veré mi vida bullir en la copa llena de burbujas deseando ser una de  ellas, y habrá alguien que no conozco que vitoreará " vivan los novios" mientras todos aplauden..
Entonces  de repente el vals, el pastel, los flashes en la iglesia, el carruaje, la cola del vestido, el salón lleno de gente, el arroz, el baño donde queda el baño debo retocarme el maquillaje, no te demores que nos esperan para la foto con mis padres, el cartel de salida de emergencia, los zapatos que molestan, el frío que cala los huesos, el mozo fumando en su horario de descanso haciéndoles señas al taxi, y guardese el cambio, muchas gracias.

-Cinco minutos tarde- pronuncias mientras abrís la puerta del taxi con un ramo de rosas en la mano, en la puerta del restaurante de la mejor pasta.
-Sí, amor mío, siempre sí...

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