sábado, 29 de noviembre de 2008

Tormenta


La voz áspera de la noche me susurra al oído
que ningún ángel sale en noche de tormentas,
abrazada a mi almohada cierro los ojos
imaginando que una nube conejo me alegra.

Observo por la ventana
miles de caballos desbocados se deforman
en las venas palpitantes del río
y un rugido de entrañas brillantes
presagian que la furia sigue en vilo.

Me duermo entre los flashes del relámpago,
no sé si empiezo a soñar,
pero los duendes del recuerdo me abrigan
en la voz de mi abuela que comienza su relato.

De niña las tormentas me asustaban.


1 comentario:

dijo...

HErmoso.
También me asustaban de niña.
y ahora.
besos